Llegaban los últimos días de verano, el atardecer aparecía antes de lo que deseábamos y la niebla nos abrazaba sin darnos cuenta. Raúl y Nuria tenían ganas de una sesión de embarazo en la naturaleza, pero no una sesión que se pudiera hacer en un parque cercano. Sino una de esas sesiones que me encantan, de esas que necesitamos coger el coche y conducir unos cuantos kilómetros. De esas que uno pregunta “¿Está cerca?” y el otro responde entre risas “Si, a unos 20 minutos” y al final son 45. Tenemos la suerte de vivir en un lugar increíble rodeados de naturaleza y paisajes mágicos, vayamos a donde vayamos.

Hace tiempo que no subo una sesión de maternidad, de estas que tanto me gustan y con las que disfruto un mundo mientras las realizo. Ver a las embarazadas tan radiantes y felices, disfrutando de un momento tan especial en sus vidas. Una sesión de embarazo siempre es especial, pero en este caso es mucho más, es el placer de poder disfrutar de esta nueva etapa en la vida de Zoraida, algo muy significativo para mi, ya que nos conocemos desde que tengo uso de razón.